última semana en Dublín

De vuelta en casa.

El domingo pasado, el día después de mi aventura por el barrio, fuimos al jardín botánico. Estuvo guay porque había un montón de ardillitas locas, que posaban para las fotos y se te acercaban a comer prácticamente de las manos. Muy monas ellas. Me gustaron las esculturas que había por allí, todo muy artístico, y las plantas, las flores de colores, las carnívoras, etc. También había un riachuelo de color gris cemento y patos y nenúfares. Los patos comían nueces, igual que las ardillas, no sé si por envidia o si esa es su alimentación habitual. Después dimos unas vueltecillas intentando encontrar la puerta del cementerio, que estaba al lado, y acabamos viéndolo desde fuera, con todas las cruces de las tumbas de piedra… la verdad me apetecía mucho entrar, pero ya era tarde, que nos echamos horas en el jardín botánico.

El lunes fuimos a la cárcel Kilmainham Gaol. Bueno, es una cárcel museo, y no veas que movida, que a los grupos de españoles no los dejan pasar. La verdad, fuimos bastante pardillos, porque ya sabíamos que la gente había tenido problemas para entrar en grupo, y que la solución era hacerse los tontos en plan no nos conocemos, y juntarse dentro, en la visita guiada. El caso es que entramos todos juntos y nos dijeron que no. Le preguntamos si podíamos entrar de dos en dos o así, y respondieron que estaban llenos todo el mes… así, a la cara, dejando pasar al resto de la gente, pero a los españoles no.
Después entramos por grupitos, al cabo de un rato. De algunos se acordaban, de otros no.
La visita estuvo bien, para mí algo decepcionante, pero porque la mujer guía nos iba parando en cada habitación y soltando un rollo monótono en inglés, y además con el altavoz, con lo que no le entendía nada… me perdí un montón de datos interesantes, sin los cuales la excursión se me hizo larga y pelín aburrida. Habría preferido ir yo sola, parándome a ver tranquila lo que quisiera e investigando, pero claro, eran sólo visitas guiadas.
El detalle de no dejarnos pasar por ser españoles nos tuvo muy indignados, pero había que entrar. Aún así, no me parece apropiado que en un museo a cargo del estado puedan prohibirte la entrada porque les sale de….

Al salir fuimos hasta el Phoenix Park, y estuvimos un ratillo ahí tirados. Los que no pudieron entrar a la cárcel aprovecharon para estar por ahí.

El martes Carlota, Sandra y yo fuimos a Belfast. Pillamos una oferta guay por Internet, así que nos salió igual que ir a Cork en bus, sólo que con dos horas de viaje, en vez de cuatro, y en tren, mucho más cómodo.

Miércoles de compras, que me pillé unos aritos bonísimos para los agujeros que mis padres odian de mis orejas, y después a tomar un café, porque se nos hizo tarde para ir al museo nacional, que era en principio el plan. Así que Sandra y yo nos fuimos a un sitio poco corriente, en Temple Bar, sólo que no parecía que fuera a haber nada, porque era como una galería de arte, y además, según nos explicó luego el camarero, alquilan material para hacer cortos y tienen salas de montaje, hacen audiciones, todo muy bohemio…
Lo mejor fue: las dos chantadas delante del cartel con los cafés y los precios, razonando si el mocha era caro, pero que por lo menos te asegurabas que fuera bebible, no como los otros, y yo emocionada porque había un sofacito súper cómodo libre, ahí diciendo si nos podríamos zapatear en él, cuando el camarero nos dice (en español) “si quereis os pongo un café con leche normal, o un cortado o lo que querais”. Jeje, nos reimos mucho. El chico era de Barcelona, muy majo, por cierto, nos estuvo contando sus experiencias y lo que hacía tan lejos de casa. Y nos preparó un café muy bueno.

El jueves ya sí que no me dio la olla para ir a ningún lado. Al final el catarro pudo conmigo, y eso que me fumé las clases martes (Belfast) y miércoles (camita). Así que me volví para casa, que además a la noche íbamos de paseo y quería arreglarme. Fuimos al Celtic (The Celt, en realidad). Me gustó mucho, tenían música en directo, en gaélico, que sonaba muy bien, incluyendo una de la que The Corrs hizo versión en inglés. Supongo que la que ellos cantaban sería anterior, porque estaba hecha para el gaélico. Además es sitio tenía salida a la parte de atrás, podías salir con la pinta para fumar o tomar el fresco. Al final acabamos fuera, porque se oía la música, pero no molestábamos a nadie con nuestras risas y porque era la última noche de los chicos y se habían traído una botella de negrita, que bebieron entre unos cuantos allí fuera, en pintas acabadas para disimular. En fin, lo mejor del sitio era que me quedaba al lado de la parada del bus, y no tuve que ir pateando después para volver a casa…

Y llegó el viernes y las despedidas. Íbamos ir comer juntos al St. Stephen, pero al final la gente se fue rallando, y comimos tres en la escuela. Fuimos para casita arreglarnos la cara un poco y a cenar todos juntos. Que risas…. Y cuántas lágrimas!

Cuando acabamos de cenar empezó todo el mundo a llorar… que me acabé sintiendo mal, menos mal que llegó Sandra, la de Guadalajara y así ya éramos dos diciendo “venga oh, no lloreis”. Esto fue porque los chicos ya se iban pillar el bus para el aeropuerto y no salían. Se amuermó todo el mundo tanto que acabamos saliendo Carlota, Sandra, Adrián y yo. Fuimos al Temple Bar de Temple Bar, al mítico… que ilusión. Y unos de los pocos irlandeses de pura cepa que conocimos nos explicaron cómo ahorrar la próxima vez que vayamos. Porque quiero volver.

Me fui para casa, madrugué a duras penas, y fui a buscar un taxi a la puerta del Tesco, donde siempre había taxis. Pero esta vez no. Casi me da algo. La presión saca lo mejor de uno mismo, y con unas construcciones perfectas, e incluso algo de acento les pregunté a unas chicas si sabían por qué no había taxis, si sabían el número de teléfono para llamar, etc… me dijeron, todas majas ellas, que preguntara al segurata del Centro Comercial. Entré y me encontré al irlandés más majo del mundo, que me llevó hasta el sitio exacto para parar uno, me preguntó por el walky-talky el número, y me dijo que esperara que ya iba él al Tesco a llamar uno… incluso se le puso borde al tipo que intentaba colárseme y me metió dentro… jeje. Muy majete…

Al final la maleta dos kilos de sobrepeso que no me cobraron. La había pesado en mi host-home, pero la báscula estaba en libras y no me sabía la equivalencia, así que no me valió de nada. Lo intenté con regla de tres, que si yo pesaba X kilos, la maleta Y libras, y yo Z libras… la equivalencia debería ser algo así como 1 kg = 2,2 libras. Pero no, porque la báscula marcaba libras horarias y yo eso no sé como se traduce.

Después de embarcar me estuvo dando la paliza un tipo, que por cierto conocía a una chica de mi clase. Al principio me dejé, aunque no suelo hablar con nadie así, sino poner mala cara y pasar de todo, pero el tipo me habló, me dijo que era gallego y que llevaba dos años currando en Dublín y me pareció interesante, así que le seguí el rollo, con poco entusiasmo, pero se lo seguí. Hasta que me dijo que siendo técnico de laboratorio, en GALICIA cobraba 1700, pero que dejó ese sueldo (supongo que porque le parecía poco) para irse a Dublín, sin saber hablar inglés. Que le salió bien el trueque, porque me dijo que estaba cobrando 4000e al mes. No sé, no me fío de nadie que diga lo que cobra y deja de cobrar cuando nadie se lo ha preguntado, y aún me fío menos cuando la cantidad me parece sospechosamente grande… ¿Qué técnico de laboratorio deja un trabajo indefinido, con ese sueldo? Sólo conozco a una chica que estudiara eso, pero si puede cobrar 1700e así de gorra, pues no sé para qué se metió a enfermería.

Y nada, vuelta a casa. Desde el aire Dublín está a ras con el mar, se ve raro. Irlanda es como una gota de cera verde que se enfría en el agua azul. Galicia es como una gota de mercurio verde con relieves. No es una comparación muy clara, pero yo lo pensé así y no había dormido mucho, así que va ser que tiene que valer.

Y así acabó mi viaje.

Conclusiones:

• Irlanda es guay
• Dublín es muy guay

Tengo un montón de conclusiones, sobre los irlandeses en general, pero ya es un post bastante largo de más, motivo por el cual lo voy a dejar así.